Las inteligencias artificiales (IA) se están volviendo cada vez más complejas, y con esto crece el debate sobre cuál debería ser su rol en nuestra cotidianidad, así como la ética que deberían tener sus desarrolladores. ¿Llegará un punto en el que no podremos diferenciar si hablamos con un humano o con una máquina?
Los chatbots usualmente son usados por compañías para resolver las preguntas frecuentes de sus usuarios. Hay algunos que ayudan en el proceso de aprendizaje de idiomas o simplemente conversar con personas que se sienten solas.
La empresa californiana OpenAI puso en marcha un robot conversacional (chatbot) capaz de responder a diversas preguntas, pero sus sorprendentes capacidades vuelven a lanzar el debate sobre los riesgos relacionados con las tecnologías de inteligencia artificial (IA).
Las conversaciones con ChatGPT, publicadas sobre todo en Twitter por internautas sorprendidos, dan cuenta de una especie de máquina omnisciente capaz de explicar conceptos científicos, de escribir una escena de teatro, redactar una tesis universitaria o bien líneas de un código informático perfectamente funcionales.
“Su respuesta a la pregunta ‘¿Qué hacer si alguien tiene una crisis cardíaca?’ fue de una claridad y de una pertinencia increíblemente relevante”, dijo a la AFP Claude de Loupy, director de Syllabs, una empresa francesa especializada en la generación automática de texto.
“Cuando comenzamos a hacer preguntas muy precisas, ChatGPT puede equivocarse por completo”, pero en general, sus capacidades siguen siendo “realmente impresionantes” y con un “nivel lingüístico bastante alto”, estimó.
La compañía emergente OpenAI fue cofundada en 2015 en San Francisco por Elon Musk, quien se retiró de la empresa en 2018, y recibió unos 1.000 millones de dólares de Microsoft en 2019
OpenAI es conocida principalmente por dos programas informáticos de creación automática, el GPT-3 para la generación de texto y el DALL- E para generar imágenes.
ChatGPT puede solicitar precisiones a su interlocutor y “tiene menos alucinaciones” que el GPT-3, que pese a sus proezas, es capaz de dar resultados completamente aberrantes, comenta de Loupy.
Cicerón
“Hace algunos años los chatbots tenían el vocabulario de un diccionario y la memoria de un pez. Hoy son mucho mejores para reaccionar de forma coherente en función del historial de búsquedas y de respuestas. Hoy ya son más que simples peces”, destacó Sean McGregor, un investigador que compila incidentes relacionados con inteligencia artificial en una base de datos.